La vida transcurría con tranquilidad y felicidad.
Paseando y mirando como el paisaje fluía y la gente le saludaba al pasar
De repente, algo llamo su atención. Un espejo en un escaparate.
Otras veces se miro en ellos pero ningún interés mas despertó la imagen que reflejaba, pero este espejo era especial. Su forma y su decoración atrajo su atención y la imagen que le devolvía era preciosa.
Cada vez que pasaba cerca la miraba y la imagen que reflejaba era tan grata que los problemas desaparecen y no se dejaba amilanar.
Todos los días se reflejaba y todos los días se consideraba mas afortunado y completo
Llego a creer que no había más espejos y que no podría vivir sin él, sin el reflejo que le daba, que afirmaba su realidad y su ser.
Pero un día el espejo no se encontraba en el escaparate y se sintió morir
Vacío de cuerpo y alma, vago sin rumbo y sin sentirse completo, perdido sin su reflejo, abandonado y roto sin estar feliz.
Las lagrimas no le dejaban ver su imagen en otros espejos y ninguno le despertaba el interés, ninguno podía compararse con el suyo y todos le reflejaban imágenes que se le antojaban deformadas y horribles
Cuando creía que todo estaba perdido, se tumbo y su vista se predio en el cielo. Sus lágrimas se secaron y el cielo derramo su bendición. Siguiendo la caída de la lluvia, su vista se fijo en un pequeño charco.
Al mirar en su interior, reconoció su antigua imagen, la que las lagrimas no le dejaban ver.
Despejándose de toda la tristeza que tenia, miro el mundo con otros ojos y levantándose comprobó que lo que los otros espejos le mostraban solo era un mero reflejo de lo que era de verdad, de que no importaba como fuese el espejo, lago, río, que incluso sin mirarse en ellos, el seguiría siendo igual de hermoso, igual de completo, seguiría siendo el.
Un día de estos se podría mirar en el espejo y poder verse tal como siempre sabría que se veía, y no le dolería saber que sus caminos no eran el mismo.
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